En la moderna técnica de la glíptica, el grabador utiliza un pequeño torno de eje horizontal; en él pueden usarse distintos cabezales (en forma de aguja, disco, cono o esfera) dependiendo de las necesidades. El torno es accionado por un motor eléctrico a 3000 – 5000 revoluciones por minuto. El grabador ha de mover la piedra con la mano sobre el cabezal fijo, por lo que este trabajo requiere, además de un profundo conocimiento de la piedra, una gran precisión y concentración; tan grande que los turnos de trabajo no suelen durar más de dos horas continuadas.
Constantemente hay que ir untando con aceite y polvo abrasivo los punzones y agujas, consiguiendo así refrigerarlas y al tiempo proveerlas de una superficie rugosa, ya que las diminutas esquirlas del diamante penetran en el hierro blando de los instrumentos.
Posteriormente se realiza el pulido, empleando materiales como madera y cuero simultáneamente con agua y pastas especiales. Al mismo tiempo, se eliminan con un lápiz de metal los restos del dibujo previo rayado. En la actualidad se emplean también tornos de ejes flexibles, usándose sobre todo para tallar figuras de gran tamaño, cuyo peso hace imposible guiarla con la mano sobre el punzón.